Cuando llega el calor revivo.
A pesar de los pies hinchados, de la modorra infinita, del agua del grifo con sabor a cloaca, de las noches sudorosas...
Por el trino de los gorriones felices, por los días largos, por la luz clara de las mañanas...
Por las sandalias, las uñas de los pies de colores y las mangas cortas, por los tomates maduros...
Por ese jugo de sandía que resbala barbilla abajo...
Por ese brillo que el verano nos pone en la mirada y en la piel...